Uno busca adentrarse en la selva para compartir un modo de vida diferente y sentir los latidos del bosque. El Libertad Jungle Lodge ofrece una selva auténtica, simple y sincera.
¡Vamos por Iquitos!
Son muchos los lodges en la selva peruana pero no todos son iguales. Esta vez nos toca llevarlos a un lodge muy especial. Pertenece a un grupo de habitantes de la misma comunidad que hizo milagros para comprarlo a su antiguo dueño alemán y hacerse conocidos. Hoy en día, luego de 4 años de funcionamiento, los 12 socios comprometidos en el proyecto, lograron tener un promedio de 20 trabajadores y llegar a las 1,000 reservas ubicándose como los primeros en TripAdvisor, la referencia absoluta. Detrás de este logro hay una historia y secretos que cada uno puede comprobar visitándolos.
El Libertad Lodge se ubica en el río Ucayali, en una zona llamada Yarapa-Cumaceba como los dos ríos más estrechos que uno recorre visitando la zona. Para llegar, saliendo del aeropuerto, hay unas dos horas de viaje en auto hasta el puerto de Nauta. Apenas pones un pie en suelo amazónico, el viaje empezó. Mientras vas en tu auto, sientes el calor húmedo, ves las palmeras moverse en el cielo azul, los buses de madera con ventanas abiertas, las señoras que caminan con sus sombrillas. Subes al bote y estás en otra realidad. En el cruce de los ríos anchos donde navegas se detienen un rato para que veas a tus primeros delfines rosados nadar. En esta época de aguas bajas, el lodge aparece al final de un puente de madera como un espejismo detrás de las plantaciones de arroz con tonos verde brillante. El lodge es vecino de la comunidad. Las tierras adelante pertenecen a todos y son cultivadas por los pobladores. Las cabañas sobre pilotes son simples y rústicas, hechas completamente de madera con techos de palmera trenzada. Tienen 7 casas, cada una es independiente, amplia, con su malla, su baño privado, sus camas y su debido mosquitero. La decoración es sencilla, pero al final uno tiene lo que necesita y se duerme súper cómodo. Cuenta con electricidad de 6:00 a 9:00 p.m. y agua fría.
Ningún albergue te puede asegurar qué animales vas a encontrar, pero una cosa sí es segura, en Libertad Jungle Lodge ofrecen la mejor forma de verlos: cada reserva tiene su bote, su motorista y su guía. Yo viajé sola y tenía dos expertos acompañándome. Defines el programa a la carta según las experiencias que deseas vivir como observar delfines y nadar con ellos, buscar monos, aprender sobre flora y fauna, acercarte a tarántulas o caimanes de noche, ver numerosas aves, salir en un full day a hacer más caminatas y hasta pasar 1 o 2 noches en campamentos cuando la crecida del río lo permite. Si prefieres pasar más tiempo en el pueblo también puedes hacerlo. Si eres de madrugar, madrugan contigo. Si deseas dormir, nadie tocará tu puerta. En fin, eres libre de disfrutar la selva a tu modo. La gran mayoría de lodges agrupan a los viajeros. Te obligan a adecuar tus tiempos al grupo y es más difícil presenciar animales cuando los visitantes son numerosos. Eso es una gran diferencia.
No era la primera vez que iba a la selva amazónica. Mi ambición era reencontrarla, sentir el bosque, despertar con el canto de las aves, ver los atardeceres anaranjados, escuchar la lluvia en la noche, caminar con botas en el barro y sobre las hojas… Toda está armonía sutil que te hace sentir que aquí cada cosa está en su lugar, pero hubo mucho más: presenciamos monos lanudos amazónicos (o monos chorros), monos frailes (o monos ardillas) en una manada dando saltos de rama en rama, mono cappuccino marrón y más tímido, mono titi peludo y pelirrojo, perezosos como enrollados en sus ramas y las dos cabecitas de duendes curiosos que son los monos musmuki nocturnos. Vimos ir y venir a martines pescadores, gavilanes, cormoranes, jacanas de agua que caminan con delicadeza encima de las plantas acuáticas, garzas, un tucán y unas parejas de guacamayos en el alto del cielo. En los ríos estrechos como el Yarapa, la naturaleza surge. Salimos todo el día, almorzamos un pez gato que habían sazonado con arroz y yuca frita todo cocinado a leña a orilla del río.
Solo me quedé dos noches, lo que resulta ser poco, tardé en llegar casi 8 horas desde Lima pero valió la pena. Logré recargarme de energías tal como quería. La verdad es que uno se siente muy rápidamente en casa. El trato es cariñoso y personalizado. Como todos los lodges incluye transporte, comidas, actividades… Había 6 turistas más durante mi estadía, nos cruzamos de noche, compartimos comida sana y riquísima, pero cada quien iba a su ritmo. Detrás de todo eso hay un sueño y es el de Manuel, hoy gerente del lodge, socio fundador quien luchó para tener un albergue que le de vida a su comunidad. Emplean a gente local, apoyan con becas a los niños o jóvenes más valiosos, si lo pides te llevan a ver las artesanías del lugar. El lodge, definitivamente tiene impacto local. El sábado por la noche escuchamos la cumbia de los lugareños que esperan este día para relajarse. Manuel tuvo que negociar con ellos, la música es hasta las 3 a.m. no más. Esta es la selva sin farsa, donde nadie se disfraza de nativo, donde se escucha cumbia en el pueblo y al día siguiente a unos 30 minutos en remo, dos lobos de río con su bebé aparecen frente a tu canoa y se dejan observar unos minutos. Donde uno se desconecta apenas llega.